domingo, 12 de marzo de 2017

EL ENEMIGO INTERIOR. SOMBRAS SOBRE BÖGENHAFEN. Sesión1

Es el año 2512, el joven  Emperador Karl-Franz I lleva reinando 10 años y todo indica que el Imperio esta a punto de entrar en una nueva Edad de oro, pero entre las sombras los servidores del Caos no cesan en su empeño de que el poder del Caos vuelva a resurgir...

Apenas quedan unas horas de luz, es el 24 de Jahrdrung, durante todo el día el cielo ha estado encapotado, descargando una ligera llovizna que poco a poco ha ido calando a aquellos valientes o locos que se empeñan en ir viajando por los caminos, y en esos caminos se puede ver como a lo lejos asoman cuatro personas, héroes, mártires o villanos,  solo el paso del tiempo lo dirá, por su paso cansado deben de llevar varios días de duro camino, con solo sus ropas y un viejo y desgastado poncho para resguardarse de la lluvia, cargando a sus espaldas con lo que sus vidas pasadas les ha dado, aun pese al cansancio del duro día por fin delante de ellos ven su objetivo, un sitio donde poder descansar y calentarse junto a un buen fuego y un plato de comida caliente, y desde allí poder coger peaje para viajar a Altdorf, donde si Sigmar les es propicio poder enrolarse con el Príncipe Hergard Von Tasseninck, el cual busca un grupo de aventureros para viajar a las montañas grises.

Tres de nuestros desconocidos son hijos del Imperio, han nacido en las mismas calles de Kemperbad y en determinados momentos de sus vidas han compartido momentos juntos, hasta que el destinos los ha vuelto a unir en su deseo de cambiar sus vidas, Erwin Schulz encamina la marcha, bajo su capucha se aprecia su cabello rubio y unos ojos cobrizos llenos de vitalidad, su porte y sus ropas dejan entrever lo que en el pasado fue, un ayudante de cámara de alguien importante, quizás de algún Duque o Conde que cayó en desgracia, lo que sucedió es un misterio que solo el conoce.
A su derecha también camina un joven muchacho de cabellos y ojos marrones, Johann Krank, con aspecto jovial, propio de su edad, temerario y impulsivo como demuestra la falta de una de sus cejas a causa de alguna trifulca, por sus enseres bien podría ser un escolta, ha sufrido la misma suerte que Erwin, y desde entonces siguen los mismos pasos que les tiene preparado el destino.
A la izquierda una persona peculiar, un cazarratas, muy llamativos con todos sus trastos y artilugios a cuestas, pero muy  comunes en las ciudades del Imperio, Ogmund Silverhand camina a grandes zancadas, con la cabeza casi rasurada  y unos ojos grises penetrantes, a sus pies siempre alerta a su dueño camina Ratilla, un perro pequeño pero no por ello menos fiero que uno de mayor tamaño, su fiel amigo y con el que ha vivido innumerables aventuras, Ogmund y Erwin compartieron niñez y juegos hasta seguir cada uno su camino, pero el camino que marca la vida les ha vuelto a unir.
Detrás de ellos también camina lo que a lo lejos podría parecer un niño, pero conforme se acercan vemos a alguien venido de muy lejos,  de  Eicheschatten, en  La Asamblea, Nikkit Kwik, un Halfling de ojos azules y pelo castaño claro, de risa fácil y alegre, siempre dispuesto a probar un buen guiso y un buen vino...

Por fin nuestros aventureros llegan hasta la entrada de la Posta La Diligencia, es una de las muchas Postas que hay desperdigadas en los caminos, a la vez que llegan sale una de las diligencias de la compañía Las cuatro estaciones, por un momento por la cabeza de Erwin pasa el pensamiento de intentar pararla, pero con acierto reconoce que el cochero no tiene ninguna intención de parar, eso y el olor delicioso a comida que viene de dentro es suficiente para retirase a un lado del camino mientras pasa a toda velocidad mientras el cochero no deja de fustigar a los caballos.
Mientras caminan hacia la posada observan aliviados como en los cobertizos hay una diligencia aparcada, por su aspecto se ve que ha sido pintada recientemente, pertenece a la compañía Rochet de Altdorf, también desde fuera se oyen risas que vienen del interior, en la posada son atendidos por Gustav, el dueño, es un hombre ya entrado en años y en carnes, muy hablador y deseoso de conocer noticias del exterior, es Ogmund quien negocia con Gustav el precio de las habitaciones y de la comida, llegando aun buen acuerdo, en la sala también pueden ver a un chico joven, Ernst Heidemann, con pinta de estudiante, sentado solo en una mesa retirado del resto inmerso completamente en la lectura de un libro, en otra mesa tres mujeres, una de ellas Lady Isolda Von Strudeldof, vestida con ropa de alta alcurnia y con una mirada fría y altiva, a su lado una joven pequeña y delgada que en todo momento esta atenta a sus ordenes, y otra mujer mas robusta y alta con aspecto de guardaespaldas, apoyado en la barra del bar Phillippe Destrées, vestido con una exagerada elegancia y con un claro acento Bretón, mientras nuestros aventureros están sentados en la mesa comiendo y hablando con Gustav no deja de observar a cada uno de ellos.
Al fondo de la sala junto a la chimenea están los dos cocheros de la diligencia, de allí provienen las risas que se escuchaban desde fuera, sentados en un mesa llena de jarras vacías  y sin tener intención de parar de beber aun, Erwin, Ogmund y Nikkit se acercan a ellos para indagar si mañana podrán viajar con ellos y el precio que eso les supondría, tras varios regateos consiguen un precio bueno y justo para sus escasos recursos y cansados por el largo camino recorrido se retiran a descansar, mientras en la sala sigue oyéndose las risas de los cocheros mientras piden mas vino...

La mañana amanece también con el cielo encapotado y con amenaza de lluvia, tras un par de horas de retraso los cocheros son sacados de la cama con una  gran resaca, pero poco a poco van preparando la diligencia hasta que a mitad de mañana por fin consiguen ponerse en camino, Nikkit ocupa el único asiento libre de la diligencia, mientras el resto viaja en el techo expuestos a la intemperie y la lluvia que empieza a caer a las dos horas de camino, sufren un percance en una de las ruedas, pero por suerte consiguen percatarse antes de que esta se salga de su sitio y tras un rato de estar parados en el camino la consiguen reparar y prosiguen camino, por suerte la lluvia les da una tregua y deja de llover.

Es pasado mediodía cuando algo escalofriante sucede, al girar unas de las curvas del camino ante ellos en el suelo hay un hombre inclinado sobre un cuerpo tendido en el suelo, al escuchar el ruido de los caballos se gira y entre sus dientes se puede ver la mano ensangrentada del hombre muerto que hay en el suelo, en su mano derecha lleva un cuchillo del que aun gotea sangre, la piel de su rostro cuelga hecha jirones mientras de sus ojos rojos va goteando una especie de mucosidad verde, en apenas un instante sale corriendo hacia los caballos, estos empiezan a encabritarse hasta romper las cuerdas que les sujetan a la diligencia arrastrando con ellos a unos de los cocheros y perdiéndose por el camino, mientras el otro cochero tira con todas sus fuerzas del freno para intentar frenar la diligencia antes de que se estrelle contra los arboles, mientras el ser salta sobre el cochero para acuchillarlo.

Desde su posición arriba de la diligencia Ogmund logra reconocer a Hutsis, o lo que queda de lo que un día fue, hace mas de un año que no lo veía, desde que le sucedió algo extraño en la piel, intento pasar desapercibido hasta que la guardia o alguien lo delato y fue encerrado en prisión, las ultimas noticias que tenía de el es que escapo hará unos 6 meses, tragándose su propio miedo Ogmund salta donde se encuentra el cochero y espada en mano arremete contra el mutante, intentando olvidar que un día fue su amigo, con dos certeros espadazos consigue doblegarlo, mientras esto ocurre el resto de aventureros consiguen vencer el miedo inicial y se lanzan en ayuda de Ogmund, también se les une Phillippe Destrées que con un golpe de espada remata al mutante.

Apenas se han recuperado del susto cuando un grito bestial atraviesa el aire desde detrás de la curva, a la vez que escuchan como algo avanza a gran velocidad a través del bosque en su dirección, la tensión se puede notar en sus caras preparados para lo que pueda asomar, hasta que escuchan la voz de Hultz, el otro cochero, aparece con la ropa medio rasgada y con varias heridas a causa de ir arrastrándose enganchado en las riendas de los caballos, y con la piel pálida al escuchar el grito bestial de hace unos instantes...



No hay comentarios:

Publicar un comentario